28 de agosto de 2006

Los lados del centro, Flavia Ricci


Siempre andaba por la vida mirando a los lados. Iba así por la vida, mirando a un lado, mirando al otro, cuando había cosas de frente. En lugar de mirar de reojo todo lo que estaba a su lado, miraba de reojo lo que tenía delante, y hacía foco en sus flancos. Iba así por la vida, con los brazos abiertos cogiendo todo lo que pudiera para que hiciera centro, allí en su corazón, en su cuerpo. Se sentaba en el café de las despedidas de Juramento casi Cabildo y miraba a un lado, al otro. Ella se lo había dicho en Barcelona, primero creyendo que tenía un problema en los ojos que le impedía fijar la mirada en quien le hablaba, después preguntándole directamente por qué, por qué no miraba lo que tenía delante. Su problema era justamente ese, que muchas veces no quería mirar lo que tenía delante, para bien o para mal. Iba mirando a los lados, con los brazos abiertos y una sonrisa franca. Sonrisas, libros, cine, teatro y mucho Buenos Aires. Lo que había allí, justamente allí, de frente, no podía (o no quería?) verlo. Hasta que, de un día para el otro, desaparecía. Ella, de todas formas sabía que sus flancos eran el plural, mientras que su centro era singular. Y por ello, seguramente, siempre iba por la vida mirando a sus lados.

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